El domingo es para descansar

Quien me conoce un poco sabrá lo que me gusta pasar el tiempo dentro del agua. Es algo que desde pequeña he hecho y que no dejaré de hacer por mucho que pase el tiempo. Me gusta, me relaja y me ayuda a olvidarme de todo lo que me rodea.

Ayer estaba en casa por la tarde sin saber qué hacer. Podría haber llamado a algún amigo para salir a dar una vuelta o tomar algo, pero lo que realmente me apetecía -lo que me pedía el cuerpo- era zambullirme en una piscina. Llovió un poco por la tarde por lo que decidí que sería mejor ir a la piscina del polideportivo para evitar el frío y/o la lluvia. Pensé además que no habría mucha gente puesto que era domingo por la tarde. Me equivoqué de pleno, como podréis imaginar.

Nada más llegar no encontré mucho movimiento dentro del vestuario y me pareció una buena señal. Sólo un par de personas o tres dando vueltas por allí. Sin embargo el hecho de que todo esté muy calmado en un lado no implica que el otro lado esté igual. Es más, he aprendido que no suele ser así.

Me puse el bañador, el gorro y las gafas (que no sé cómo se empañan mientras nado hasta que dejo de ver a dos dedos de mis ojos) y salí hacia la piscina. Los gritos no suelen ser una buena señal cuando lo que vas buscando es desconectar y relajarte, y en este caso tampoco lo fue.

Las dos primeras calles tenían un cartel de calle libre, lo que traducido al castellano significa: calle completamente fuera de servicio si lo que quieres hacer es nadar. En estas calles la gente se dedica a jugar igual que haría en una piscina de verano. Vamos, que solo faltaba la pelota de playa de Nivea. Creo recordar que estas calles son siempre de nado, así que supongo que las pondrían así para que un grupo de chicos disminuidos pudieran jugar. Era un grupo muy especial de gente muy especial y no les culpo por jugar y divertirse en la piscina. ¡Sólo faltaba! Lo único que quiero decir es que no me ayudaron a relajarme.

Las dos siguientes calles eran de nado lento. Me estresaba sólo de ver la cola de gente que había en esta calle, así que pasé a las siguientes: dos calles de nado rápido. Podía ser la mía. No es que nade a la velocidad del rayo pero desde luego más rápido que en las calles de nado lento, sí. Pasé la mirada a las última calles: en éstas la velocidad de nado era media. Sí, definitivamente una de ésas era la mía... sino fuera porque iban más despacio que la de nado lento.

Me metí en el agua fresquita y sentí el efecto tranquilizador durante ¿uno? ¿dos segundos? después noté que se estaban parando todos en orden de llegada para esperar a que yo saliera. Les hice un gesto con la mano para que pasaran ellos y después me arranqué. Empecé a nadar y noté que tenía gente por todos lados. Delante, detrás, por mi izquierda... No podía bajar el ritmo ya que había empezado fuerte y haría frenar a los que venían detrás mío o se chocarían directamente con mis pies mientras yo nadaba. Después de cuatro largos estaba ya desesperada. Estaba asfixiada, los gritos de los chicos de la calle libre me estaban desquiciando y cada vez veía menos a través de las gafas. Llegué a plantearme la idea de salir del agua y volver a mi casa, pero ya que habia pagado la entrada me dije que podía aguantar un poco más a ver si mejoraba la tarde.

Al final pasé dentro de la piscina media hora y salí del agua rezándole a todos los dioses para que no hubiera mucho jaleo en el vestuario, pero los dioses tampoco estaban de mi lado. Las cuidadoras del grupo de chicos de la calle libre estaban entrando con las chicas y con un niño de unos cuatro años. Las chicas no alborotaban demasiado, pero el niño era para tirarse de los pelos. Gritaba y gritaba y volvía a gritar. El grito empezaba flojo, pero iba subiendo de intensidad hasta llegar a lo imposible. Total, que al final me vestí más rapido de lo que me he vestido en toda mi vida, cogí mis cosas y salí por la puerta deseando ponerme la música del MP3 a todo volumen para relajarme. Después de todo el estrés que había sufrido en poco menos de una hora, no me costaría encontrar un poco de descanso en un paseo hasta mi casa.

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