Muchas veces hacemos tonterías que más tarde, cuando lo pensamos en frío, nos hace preguntarnos: “Y esto, ¿para que me sirve?” o "¿Por qué he hecho esto?" Pues bien, algo parecido pensé yo el domingo pasado cuando, mientras limpiaba mi habitación, me encontré con dos huchas que tenía llenas desde hacía varios años y decidí darles un martillazo. Y no digo llenas de tesoros que me sacaran de pobre. No. Estaban llenas de moneditas de un céntimo, dos céntimos y cinco céntimos. Es decir, todas las monedas de cobre que la gente desprecia tanto (¡ahora entiendo que con razón!) y que a mí me dio por recoger un día y darles cobijo.
Ya hace tiempo que me di cuenta de mi estúpido error y por eso mismo estaba retrasando el momento de juntar las huchas y un martillo en la misma habitación (aunque sin duda era algo que irremediablemente tenía que hacer)
Ya hace tiempo que me di cuenta de mi estúpido error y por eso mismo estaba retrasando el momento de juntar las huchas y un martillo en la misma habitación (aunque sin duda era algo que irremediablemente tenía que hacer)

Mi "matanza del cerdo" particular



Mi "tesoro"
Comentarios
Y sí, me dio pena dar el martillazo, pero no había otra forma de conseguir las monedas. Además, ya estaba un poco cansada de tener las dos huchas en el mueble de casa cogiendo polvo :-P
Dará pena, ¡pero supongo que el stress también se libera!