Un día estás hablando con tus compañeros de trabajo de un partido de fútbol que no has visto y que tampoco te interesa demasiado; poco después llamas por teléfono a un cliente y hablas con él de lo terrible que es el tiempo porque ha nevado y se han helado las aceras; después llegas a tu casa y hablas con tus padres de la hija de la vecina que no ha ido a la guardería porque ha estornudado dos veces; por último pones la tele y ves en las noticias que un terremoto ha acabado con la vida de más de cien mil personas (que se dice rápido). No sé si es porque has estado todo el día hablando o por qué, pero lo cierto es que te quedas sin palabras.
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Y no es para menos. Cien mil personas son muchas personas. Pero lo peor, aunque suene duro decirlo, está aún por llegar. La gente que ha quedado en pie no tiene nada, muchos no tendrán ni familia ni amigos ni hombro en el que llorar, si es que aún tienen fuerzas para hacerlo. Hoy he visto en las noticias la cantidad de aviones con ayuda humanitaria que están llegando a Haiti desde todas las partes del mundo y me siguen pareciendo pocos. Hay bomberos, médicos, periodistas y voluntarios de diferentes nacionalidades que han llegado para aportar su grano de arena; para tratar de hacer menos dura la tarea a la gente que ha sufrido en primera persona el terremoto.
Viendo las noticias esta noche, escuchando al enviado especial cómo hablaba y contaba toda la locura que estaban viviendo, he pensado que un trabajo como ese ya sea de enviado especial, bombero o médico, tiene que hacer que la vida valga la pena.
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Realmente podría pasarme toda la noche escribiendo sobre este tema, pero de verdad pienso que las palabras que necesito para expresar lo que siento, aún no se han inventado.
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Y no es para menos. Cien mil personas son muchas personas. Pero lo peor, aunque suene duro decirlo, está aún por llegar. La gente que ha quedado en pie no tiene nada, muchos no tendrán ni familia ni amigos ni hombro en el que llorar, si es que aún tienen fuerzas para hacerlo. Hoy he visto en las noticias la cantidad de aviones con ayuda humanitaria que están llegando a Haiti desde todas las partes del mundo y me siguen pareciendo pocos. Hay bomberos, médicos, periodistas y voluntarios de diferentes nacionalidades que han llegado para aportar su grano de arena; para tratar de hacer menos dura la tarea a la gente que ha sufrido en primera persona el terremoto.
Viendo las noticias esta noche, escuchando al enviado especial cómo hablaba y contaba toda la locura que estaban viviendo, he pensado que un trabajo como ese ya sea de enviado especial, bombero o médico, tiene que hacer que la vida valga la pena.
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Realmente podría pasarme toda la noche escribiendo sobre este tema, pero de verdad pienso que las palabras que necesito para expresar lo que siento, aún no se han inventado.
Comentarios
Sandra
No podemos evitar que haya terremotos, pero podemos evitar que haya pueblos sumidos en la pobreza...porque esta catástrofe viene por la pobreza en que vivía Haití :(
Un saludo