Hay veces que sientes la necesidad de escribir algo aún sin saber de qué quieres hablar. Y eso, como ya habréis adivinado, es lo que me pasa en estos momentos. Me pasan pocas cosas por la cabeza a estas horas de la noche, lo cual no sería un problema si pudiera ponerlas por escrito. Si no fuese porque son todas demasiado personales como para ponerlas a la vista de todo el mundo. Y no porque sean cosas importantes o trascendentales, sino más bien porque yo considero que nadie a parte de mí misma debe tener esa información. Normalmente en mi blog procuro poner cosas con sentido tanto para mí como para la gente que de vez en cuando se pasa por aquí a leerme. Mucho me temo que hoy sea el primer día que sólo tenga sentido para mí. Y de verdad que lo siento por los demás.
En estos momentos me siento igual que si alguien me hubiera contado un secreto y no pudiera contarlo. Soy buena guardando secretos así que no me costará darle forma al post sin contar gran cosa. Podría decirse que estoy guardando mi propio secreto.
Hace unos años tuve un desengaño amoroso bastante serio y lo único que me relajaba era escribir. Escribí durante horas, días, meses y todo para nada. Las cartas nunca llegaron al destinatario pero yo aún hoy, después de tanto tiempo, las leo y las releo y me pregunto si alguna vez tendré el valor de enseñárselas. Él sabe que están escritas y no hace falta ser un lince para imaginar el contenido de las mismas. Sin embargo por el momento no me he planteado entregárselas. Es curioso cómo leyendo muchas de estas cartas no entregadas pienso que es de lo mejor que he escrito, mientras por otro lado también pienso que es una pena que nadie más vaya a leerlo y disfrutar con mis "obras maestras". Hay veces que tenemos necesidad de contar las cosas, pero al mismo tiempo no queremos desvelarlas. Es por eso que nos andamos por las ramas y divagamos. Porque una vez que hemos terminado de contarlas nos sentimos mucho mejor aunque nuestro interlocutor (en este caso tú que me estás leyendo) no se haya enterado de nada. Nos ayuda a quitarnos un peso de encima. Y así es, precisamente, como me siento ahora mismo.
Yo hoy sólo quería escribir. Daba igual el qué. Y por lo que veo tú sólo querías leer. Daba igual el qué.
En estos momentos me siento igual que si alguien me hubiera contado un secreto y no pudiera contarlo. Soy buena guardando secretos así que no me costará darle forma al post sin contar gran cosa. Podría decirse que estoy guardando mi propio secreto.
Hace unos años tuve un desengaño amoroso bastante serio y lo único que me relajaba era escribir. Escribí durante horas, días, meses y todo para nada. Las cartas nunca llegaron al destinatario pero yo aún hoy, después de tanto tiempo, las leo y las releo y me pregunto si alguna vez tendré el valor de enseñárselas. Él sabe que están escritas y no hace falta ser un lince para imaginar el contenido de las mismas. Sin embargo por el momento no me he planteado entregárselas. Es curioso cómo leyendo muchas de estas cartas no entregadas pienso que es de lo mejor que he escrito, mientras por otro lado también pienso que es una pena que nadie más vaya a leerlo y disfrutar con mis "obras maestras". Hay veces que tenemos necesidad de contar las cosas, pero al mismo tiempo no queremos desvelarlas. Es por eso que nos andamos por las ramas y divagamos. Porque una vez que hemos terminado de contarlas nos sentimos mucho mejor aunque nuestro interlocutor (en este caso tú que me estás leyendo) no se haya enterado de nada. Nos ayuda a quitarnos un peso de encima. Y así es, precisamente, como me siento ahora mismo.
Yo hoy sólo quería escribir. Daba igual el qué. Y por lo que veo tú sólo querías leer. Daba igual el qué.
Comentarios
Cuanto más plof está uno, más escribe (y mejor). Que rabia me da.
Cuando escribí esto sólo necesitaba escribir, y ya que tengo un blog... pues aproveché.