...Bueno, decir eso es quizás demasiado exagerado.
Hoy he salido del trabajo cabreada conmigo misma. Nada concreto, simplemente estaba enfadada con el mundo sin motivo alguno. Cuando me pasa esto ni yo misma me aguanto así que he decidido que necesitaba que me diera el aire y caminar pensando en nada concreto (increíble lo que puede pasarnos por la cabeza en situaciones así). El caso es que he cogido una ruta que no cojo muy a menudo para ir a casa. Doy un rodeo importante pero está bien para variar. Este camino desemboca directamente en La Vaguada así que he entrado para cotillear tiendas aunque no he durado demasiado. He entrado en la tienda Disney (que me encanta) y me he comprado un camisón de Campanilla muy chulo (un regalo de mí para mí para contentarme). Después he cogido rumbo a la salida y he pasado por delante de la tienda de animales. Me he parado a una distancia prudencial. Me he planteado si entraba o no entraba. He vuelto a iniciar la marcha. Y después de unos pasos he cambiado el rumbo y me he metido en la tienda. Nada más entrar he visto dos terrarios y he ido a mirar qué bichos había dentro. En uno de ellos no había ninguno (o por lo menos no a la vista) y en el otro una tortuga de tierra. Cuando me iba a marchar a otra parte de la tienda un movimiento en el techo del terrario de la tortuga ha llamado mi atención. Me he agachado y ahí estaba él (o ella) con las patas pegadas al techo de rejilla y girando sus ojos para mirarme. Me ha hecho sonreir. Sí, señoras y señores, un camaleón de 6 ó 7 centímetros de color verde-amarronado-apagado ha conseguido sacarme de mi tontería de todo el día. Era muy parecido al que os enseño en la foto. No sé aún porqué lo he hecho, pero he ido al dependiente y le he pedido que me contara todo lo necesario para cuidar un bicho de estos. No voy a negar que he estado muy tentada de comprarlo, aunque hubiera significado condenarle a la indigencia desde ese mismo momento porque mi madre nos habría echado de casa al camaleón y a mí. En fin, que pensármelo, me lo he pensado. Sabía que no lo iba a hacer pero la idea estaba ahí. Sin embargo cuando le he preguntado por la alimentación y me ha dicho que comía insectos vivos.... (grillos, más concretamente) No sé... no me ha convencido mucho y me ha quitado la idea de la cabeza.
Nada más ver el camaleón me he acordado de la mascota de Rapunzel, que es un camaleón; y es que el viernes pasado fuimos a ver la película mi madre, mi abuela y yo. El camaleón es un personaje muy entrañable. Si no habéis visto la película os la recomiendo. Lo único que no me gustó demasiado fueron algunas canciones, sobre todo las de la madre de la protagonista, pero bueno, lo demás merece mucha la pena, así que sí, la recomiendo.
Comentarios
Sí, mi humor mejoró mucho después de ver el camaleón :-) Parece que se me pasó el cabreo en el paseito que me di hasta la vaguada.
Besos
Estaría bien haber visto la cara tu señora madre cuando entraras con la casa sonriente con un bicho verde debajo del brazo. Una pregunta, si compras un bicho así, ¿cómo te lo llevas a casa? ¿te dejan meterlo en el metro o tiene que ir atado?
Carlos
La voz de la madrasta sí, es impresionante, pero para mi gusto cantaba demasiado.
Un fin de semana les vi algo más tarde pero bastante más lejos de su punto de partida. La verdad es que me dejó alucinada la caminata que se dan a las 7:30 de la mañana (incluso los fines de semana). Esta semana me despistaron un poco porque cambieron sus cazadoras reflectantes de inviernos por unas de entretiempo y no parecían ni ellos. Son más monos!