Roma - Día 1

Jueves, 14 de julio de 2011

Salimos de Madrid a las 7 de la mañana, con lo cual empezamos el viaje con un madrugón de aquí te espero. Cogemos sitio en el avión y por suerte no se sienta nadie con nosotras y tenemos libertad para movernos a nuestro antojo en nuestro pequeño cubículo. Sacamos la guía para preparar la ruta, (aunque he de decir que Ana lo llevaba todo listo ya), y nos damos cuenta de que los bocadillos que llevamos para comer huelen muchisimo a chorizo (¡¡y son de lomo!!) Nos entra la risa de imaginarnos el día que nos va a dar el olor del bocata (menos mal que solo van en su mochila y no los hemos repartido en las dos).

El plan para hoy es llegar y dejar las maletas. Caminar hasta un parque que ha visto Ana por internet para después tumbarnos en la hierba en el rato de más calor y descansar de todo el día. Por la tarde hemos pensado ir a ver la plaza del Popolo, la plaza de España, el cementerio Capuchino y Santa María la Mayor.

Llegamos a la hora prevista a Roma. Cogemos la bolsa de viaje (hemos llevado una única maleta para evitar costes en el billete) y salimos a buscar el tren que nos lleva al centro. Hay dos trenes que te llevan; uno es el turístico, por así decir, y cuesta 14€. Se llama Tren Leonardo y va directamente a la estación de Termini. El otro es el de la gente de a pie, cuesta 8€ y te deja en Tiburtina. Nosotras vamos de turistas, pero no somos tontas, así que cogemos el de Tiburtina que nos viene bien también y sale mucho más económico.

Una vez en el tren, con las maletas casi encima, la espalda torcida y las piernas sin posibilidad de movimiento nos relajamos comiendo un poco de fruta que nuestra mami se ha preocupado en cortarnos para que comamos cosas sanas. Lo que me recuerda que, para poder comer helado a diario en Roma, he llegado a un acuerdo con mi hermana de comer fruta todos los días. Fruta por la mañana y helado por la tarde. Ese es el trato.

Llegamos y nos ponemos en marcha. Nuestra intención es llegar andando al hostal, pero después de un intento fallido y de una charla con un italiano con la boca manchada de grasa por la pizza de chorizo que se está comiendo, decidimos marcharnos al metro y dejamos que nos lleven. Una vez fuera del metro caminamos en la dirección equivocada. Reculamos y volvemos por donde hemos venido. Caminamos bordeando la muralla y cuando llega el momento nos ponemos a callejear. Sabemos que tiene que haber un camino más corto, pero no queremos tentar a la suerte. Ya estamos cansadas y no hemos hecho más que llegar a Italia.

En el hostal nos recibe un chico que parece indio o pakistaní, pero que parece muy simpático. Es pequeño y muy moreno y como no nos entendemos con él no hace más que sonreír. Nos dice que nos está preparando una habitación y se marcha. En ese mismo momento aparece un chico que creemos que es italiano y nos pregunta de nuevo quiénes somos. No tiene nada que ver con el anterior. Ana y yo nos miramos con cara de "no está nada mal" y él nos asigna una habitación. El chico, altísimo y cuadradisimo, coge nuestra bolsa de viaje como si fuera un bebe (no hay ascensor) y la acuna (literal) entre sus brazos mientras la sube escaleras arriba hasta el primer piso. A mí el chico me ha parecido que está muy bien y pienso que si todos los romanos son así voy a tener problemas para concentrarme en los monumentos y visitas que hagamos; Ana, sin embargo me dice que en lo que se ha fijado ella es en que tiene demasiada gomina en el pelo y parece que se le van a quebrar los mechones de pelo. Supongo que es la diferencia entre estar soltera y no estarlo...

Nos damos una ducha rápida, deshacemos las maletas, cogemos la comida (con ese olor tan característico que tiene a chorizo) y nos vamos a buscar el parque. Callejeamos y andamos por inercia. Ella con dolor de espalda, yo con los típicos del primer día de regla (también cuánta mala suerte acumulada). Cuando llegamos al parque, que en el mapa estaba todo verde, se nos cae el alma a los pies. Verde había, pero sólo en la copa de los árboles. El césped casi no era tal. Era más bien paja seca que se te clavaba por todos lados cuando te sentabas. Aún así nos dicidimos por un sitio en la sombra, sacamos nuestros pareos de viaje, los extendemos en la paja y nos sentamos a comer. El bocadillo está bueno, pero tenemos poca agua y empezamos a temer ahogarnos con un trozo de chicha. Terminamos de comer y Ana se tumba sobre el pareo para dormir un rato. Yo tengo más sed que sueño así que cojo la botella y me voy en busca de una fuente, que hemos leído que hay muchas en el parque. Y realmente las hay. Fuentes grandes, pequeñas, con estatuas, sin estatuas, pero ¡todas de adorno! Vuelvo con la botella en la mano y me tumbo yo también a ver si consigo descansar un poco. Hace calor y tenemos una chucha, un cansancio y una sed que nos parece que el momento de volver al hostal está lejísimos. Por suerte en nuestra sombra corre algo de brisa y se está bastante bien. Además, tenemos unas chicharras cerca que nos ayudan a relajarnos, y una alarma de un coche que nos tranquiliza aún más durante los 20 minutos que está sonando. Obviamente decidimos coger nuestras cosas y continuar con nuestro plan del día.

Parece que andando nos animamos un poco y pronto estamos en la plaza del Popolo. Hemos encontrado agua por fin, pero sólo bebemos la justa para quitarnos la sed y refrescarnos porque el sabor no nos gusta. Nos hacemos unas cuantas fotos en la plaza y decidimos ir a ver la plaza de España y después el cementerio.

La plaza de España está a reventar de gente y nos vamos bastante rápido. Eso sí, de camino a la plaza vemos una original petición de matrimonio.

Os dejo la foto, pero como no sé si ve bien o no os comento que hay un billete de avión a Londres con el nombre de un chico. Delante del billete una nota escrita a mano en la que pone en inglés: la auténtica aventura es mi vida contigo. Y justo delante de la nota un anillo. Un simple aro con un brillante encima. Muy bonito el anillo. Y muy bonita la forma de pedir matrimonio a la chica. Espero que dijera que sí.

De camino al cementerio de los capuchinos nos cruzamos con gente comiendo helado y decidimos hacer un alto para descansar. Compramos un helado para mí, un granizado para Ana (uno muy raro por cierto porque te lo ponen con bolas en vez de líquido) y dos botellas de agua que nos bebemos como si fuera el mejor manjar del mundo.


Llegamos justo cuando acaban de cerrar el cementerio de los capuchinos, así que nos damos la vuelta y nos vamos al último de los destino programados para el día: la iglesia de Santa María la Mayor. Para llegar a ella pasamos por la calle de las cuatro fuentes, que se llama así porque hay una fuente en cada esquina del cruce.

Para entrar en Santa María la Mayor te piden ir vestida "decentemente" lo que quiere decir que no puedes entrar en pantalón corto ni en camiseta de tirantes.

Nosotras vamos avisadas y nos tapamos los hombros con un pañuelo, pero justo en la entrada hay una familia (padre, madre y niña pequeña) La madre se está poniendo una especie de trapo de papel alrededor de las piernas para poder entrar y la niña, que va con un vestidito de tirantes no sabe qué hacer. El padre la mira y le dice:

-Ana, tápate tú también.

La niña obediente se empieza a tapar también, a lo que el guardia le contesta.

-No hombre no, la niña no.- Y mirando con cara de desesperación le dice -es una niña...

La niña que está jugando con el pañuelito de papel y envolviéndose con él como si fuera un regalo se queda con cara de no sé qué hacer ahora y el padre, que un minuto antes le estaba diciendo que se tapara, le dice.

-Venga Ana, quitatelo...

Imagino que la niña entra bastante confusa.

Nos sentamos un rato dentro para descansar mientras vemos a la gente pasar por delante nuestra vestidos todos con harapos. Salimos y decidimos hacernos una foto. Se lo pido a un chico que está en la plaza y no podemos evitar reirnos de él al ver la pose que adopta para hacer la foto. Sentado en cuclillas buscando el mejor ángulo. Muertas de risa nos devuelve la cámara y nos vamos.

Vamos a la estación de Termini para comprar la fruta para mañana (si no, no hay helado ya sabéis) y algo para cenar esta noche. Ana quiere yogures, pero yo prefiero leche. Como no hay colacao, ni nesquik ni nada parecido compro choco crispis para que le den sabor a chocolate a la leche. Nos vamos cargando con la compra hasta el hostal un par de kilómetros y decidimos que el próximo día buscaremos una tienda más cerca del alojamiento. Hoy lo hacemos así porque no sabemos hasta que hora abren, pero no pensamos repetir experiencia.

De camino a casa intentamos buscar el camino corto al hostal y terminamos perdidas. Preguntamos a una chica con pinta de haber bebido un par de copas y nos indica cómo llegar. Llegamos destrozadas, pero no tan cansadas como imaginábamos. Nos damos otra ducha, nos ponemos cómodas y cenamos sentadas en la cama viendo la tele. Creo que son poco más de las 22:00 cuando nos metemos en la cama. Abajo tenemos dos bares, pero cuando me asomo a la ventana veo que uno de ellos ya ha cerrado. Como hace buena noche y parece que entra fresco por la ventana la dejamos abierta para dormir bien.

Tiene pinta de que hoy vamos a dormir bien...

Comentarios

la emperatriz de lavapiés ha dicho que…
¡que bueno! tu diario es lo más parecido a vivirlo en tiempo real. Yo también fui de viaje a Roma con mi hermana, sin una lira, comiendo mal y maldita sea, mucha cultura pero pocos supermercados para abastecerse. Alguna diferencia: cada una se llevó su maleta, medio vacía, y ninguna tenía peine. Estrenamos línea low cost, i/v por 5.000 pesetillas de la época, era la primera vez que yo cogía un avión y mi hermana iba de lista: no lleves nada que nos darán de comer, no hagas cola que los asientos del avión están numerados... no dio ni una. Como lujo, un día tomamos un helado a medias (es que no teníamos NADA de dinero). Espero con ansia las siguientes entregas. bss
Anónimo ha dicho que…
JIJI, Qué risa cuando lo leia.... lo del chico que nos hizo la foto en Santa Maria Maggiore fue mucho mas gracioso en verdad.... era muyyyy alto y muyyyyyyy delgado y parecia un bicho palo.... jejeje.

Se te ha olvidado comentar que el pelo del recepcionista "acunamaletas" parecia el de superman... jejeje... de lo tieso que lo llevaba.

muakas