Tanzania - Día 4

29 de agosto de 2011 - Kilimanjaro día 2

Nos levantamos a las 6:30 de la mañana con bastante frío y habiendo dormido regular. Cuando abrimos la tienda nos encontramos con dos palanganas llenas de agua templada-caliente para asearnos. ¡Genial! ¡Con este agüita ya no me hará falta ducharme hasta mañana por lo menos! En fin, menos es nada. Después de desayunar ya hace bastante calor y las nubes se han movido lo suficiente para poder ver a lo lejos, y muy muy arriba, la cima.

Dejamos los petates al lado de la tienda y empezamos la caminata con Deus y James. Empezamos despacio (pole pole, como dicen ellos) pero eso no impide que en una subida me empiece a encontrar fatal. Tengo el estómago revuelto pero no sé identificar este malestar que me hace parar. Bebo un poco de agua pero me revuelve más todavía. He salido en manga corta del campamento y estoy sudando, pero acabamos de atravesar una nube y me entra mucho frío de golpe. Me pongo el polar y acto seguido me empiezo a marear. Le digo a James (que se ha parado nada más parar yo) que me tengo que sentar porque me encuentro mal. Me siento en una piedra justo en mitad del camino. Después de unos momentos James me dice que me siente en otro sitio mejor porque estoy en medio y llegan porteadores, así que me cambio de sitio. Me siento a un lado del camino. Sigo mareada y empiezo a asustarme porque no sé qué me pasa. No me creo que sea mal de altura porque no es la primera vez que estoy a una altura similar. Vamos, me niego a pensar que sea eso. Me acuerdo de que tengo un plátano en la mochila y me lo como despacio... Unos segundos después me encuentro como nueva. No sé realmente qué me ha pasado pero el caso es que se ha quedado en un susto. James no se ha separado de mí en ningún momento y cuando me vuelvo a poner de pie me da su bastón y me quita la mochila. Desde ese momento James se convierte en mi sombra el resto del día...

Hacemos una parada en la primera cueva y aprovecho para contarles lo que me ha pasado. Desde ese momento también están pendientes ellos de que vaya bebiendo todo el tiempo para no deshidratarme. Me encuentro perfectamente ya, pero no me dejan llevar la mochila. Cojo mis dos bastones y le devuelvo el suyo a James.

Seguimos subiendo hasta la segunda cueva donde hacemos una parada para comer en nuestra tienda-comedor. Hoy toca pasta con verduras. Aquí la lío bastante a la hora de abrir el bote de leche en polvo. Está cerrado al vacío y al abrirlo sale todo volando así que acabo bañada en leche en polvo de la cabeza a los pies. Parece que hace bastante gracia a todo el mundo...

Continuamos después de comer durante otras tres horas pero por un camino más suave. Por lo menos me dejan llevar mi mochila.

Cuando llegamos tenemos más agua en la palangana para asearnos así que aprovechamos para ir "limpitos" a la merienda.

Llevamos poco tiempo subiendo, pero a estas alturas ya nos hemos dado cuenta de que nos están cebando. Comemos a todas horas y bebemos más aún. Tés, cafés, zumos... Cualquier cosa es buena para hidratarnos... Lo que más éxito tiene sin duda es el Milo, un chocolate que se hace con agua (sí, sí, ya sé lo que estáis pensando: mmm, ¡qué rico!) Sofía lo apoda el Malo, así que a partir de ahora todo lo que tomamos son Malos, eso sí, a todas horas. Desayuno, comida, merienda y cena...

Jo y Tony se pasan por nuestra tienda a jugar. Hoy toca dados. Un juego que no conocíamos pero que nos gusta a todos bastante. A mitad de partida vienen a traer la cena y quedamos con nuestros invitados en terminar la partida después.

La cena está compuesta por un guiso de atún, arroz, sopa de calabacín y las bebidas que he comentado antes. Muy rica la cena por cierto. Todas las noches le decimos al "camarero" que felicite al cocinero de nuestra parte.

Hoy hace más frío, pero como en nuestra tienda-comedor-sala-de-juegos hay tanta gente se nota bastante calorcito. Por lo menos más que a la intemperie. Terminamos la partida de dados y nos vamos a dormir. Hoy decido ponerme algo más abrigado para dormir y utilizo el pantalón térmico. Pantalón, por cierto, que odié desde el primer momento. En fin, pantalón blanco, ajustadísimo que deja todas las imperfecciones a la vista. No mola. Mejor no recordarlo más...

Cuando ya he entrado en calor dentro del saco me acuerdo de que no he dejado las botellas de agua en la tienda-comedor para que me las rellenen para mañana. Me cago en todo para mis adentros pero decido volver a salir con las botellas en la mano. Me encuentro otra vez sola en el campamento completamente oscuro. Las nubes se han ido igual que anoche y se ve perfectamente la vía láctea. Se ven estrellas con las que en Madrid ni siquiera puedo soñar ver. Tampoco están mal estos momento de intimidad nocturna...