Turquía - Día 6

Miércoles, 21 de septiembre de 2011

Hoy vamos a ir al Bósforo así que nuestra idea es madrugar para poder aprovechar el día. Nos levantamos a las 8:20. Como ayer hicimos compra hoy podemos desayunar en casa. Tenemos tostadas y cereales.

Después de desayunar echamos cuentas para ver cuánto dinero nos queda y cuánto tenemos que cambiar (porque sí, los cálculos que hicimos en Madrid no fueron del todo exactos y nos estamos quedando sin efectivo en moneda local)

Después de arreglarnos y medio recoger la casa nos vamos a la calle principal otra vez. Tenemos que recorrerla entera para volver al puerto, pero antes casi de empezar vemos un local de cambio de moneda y no nos lo pensamos. Entramos a cambiar.

Cuando llegamos al puerto compramos los billetes para el Bósforo. Lo hemos hecho de tal modo que nos de tiempo de ir, dar una vuelta por allí y volver suficientemente temprano como para dar una vuelta por Estambul de noche. La ida la haremos más o menos a la hora de la comida. Hemos cogido embutido (del de Ana) y vamos a comprar pan antes de coger el barco así podremos comer un bocadillo y aprovechar todo el tiempo que estemos allí paseando y viendo cosas.

Antes de coger el barco tenemos tiempo libre, por así decir, y decidimos ir al palacio Topkapi. Ayer habíamos decidido no ir, pero nos hablaron bien de él y como tenemos tiempo...

Nos ponemos en la cola después de subir hasta las taquillas. Hay un harén, que no vamos a visitar, que nos han dicho que es muy recomendable. Desgraciadamente no tenemos tiempo suficiente. Tenemos poco tiempo para comprar las entradas y hacer la visita. Ana me dice que los tres españoles jóvenes que vimos ayer en la cola de la mezquita de Santa Sofía están en otra cola y están a punto de ser atendidos. A mí no me importa colarme pero a Ana le da vergüenza pedírselo. Justo cuando me voy a dirigir a ellos para pedírselo veo que nuestra cola avanza bastanta más deprisa que la suya. De hecho nosotros estamos casi en la taquilla ya y ellos no se han movido aún. Decido abortar la operación "colarnos por todo el morro" y esperar nuestro turno. Ellos también nos han visto pero se hacen un poco los longuis y más cuando ven que hemos llegado después que ellos y que ya hemos comprado las entradas.

El palacio a mí, personalmente, no me merece la pena. Quizás con más tiempo y menos gente... La gente. Son fundamentales para que yo disfrute, o no, de un lugar. En el palacio Topkapi hay demasiada gente haciendo colas tanto dentro como fuera. Estamos algo así como tres cuartos de hora dentro antes de salir por patas para coger el barco y antes de irnos hacemos una última cola. Efectivamente, la cola del baño. Como en todos lados la de las chicas es mucho más larga que la de los chicos, pero como la señora que limpia los servicios se encarga también del tráfico la cosa se agiliza mucho. Tiene un aseo para mujeres dentro del baño de hombres y cada vez que se queda libre hace pasar a la siguiente mujer. Los hombres miran con curiosidad pero no parecen molestos. La mujer parece divertida con las caras de la gente.

A la salida del palacio nos compramos una mazorca de maíz que nos deja los dientes negros. ¡Qué se le va a hacer! y de camino al barco entramos a una tienda a comprar pan, agua y coca cola para el camino de ida.

Esperamos un rato, pero entramos bastante rápido al barco. Nos sentamos en un lateral (el de las vistas feas parece ser) y empezamos a hacer la comida. Repartimos el pan entre los cuatro y nos vamos pasando el embutido. Los "yo quiero lomo y salchichón", los "yo también" y los "yo prefiero chorizo y lo que sobre..." se oyen durante un rato hasta que terminamos de hacer los bocatas. Cuando ya hemos terminado comenzamos a comer. Yo estoy en una esquina, Ana está a continuación, después Santi y por último Javi. Dicho de otro modo, podemos decir que somos una ecuación capicúa. Atención: tonto-listo-listo-tonto. Cuando miro a Ana veo que en su bocata se distinguen tres colores claramente, a saber, beige del pan, rosado del salchichón y beige del pan otra vez. Cuando vuelvo la cabeza y miro el mío veo todo beige con una fina línea de color rojo chorizo en el centro. Pero es que cuando miro a Santi... Bueno, eso ya es por demás... Javi y yo hemos hecho los primos pero a base de bien. A continuación vivimos una situación de lo más surrealista. Ana tiene un ataque de risa que le dura un buen rato (cada vez que ve su bocadillo o el de Santi que parecen bocatas de solomillo) Javi y Santi parecen no darse mucha cuenta de lo que pasa. Al final Javi y yo rellenamos nuestros bocatas con las sobra para igual el asunto.

Os dejo la secuencias de fotos. A mí me hacen mucha gracia pero no sé si le harán gracia a todo el mundo...

Después del atracón de comida que nos hemos dado nos comemos unas galletas que hemos comprado para postre.

Nosotras nos hemos quedado más o menos bien, pero los chicos se han quedado silbando. Eso sí, el agua con la que llevamos cargando buena parte del día está casi intacta.

Cuando atracamos en el puerto atravesamos un montón de restaurantes donde hacen pescado en el momento, heladerías con un montón de variedad o locales donde venden kebab. Los pasamos todos de largo para subir al castillo y ver las vistas desde lo alto donde se ve la parte asiática y la europea.

Subimos hasta unas ruinas que son el punto más alto para hacer allí las fotos. Hace bastante viento y Ana decide bajarse ella sola sin avisar a nadie mientras nosotros investigamos un poco qué hay detrás de una valla que está abierta por un lateral. Sólo hay plantas, árboles y poco más, así que no estamos mucho tiempo. El primero en irse es Javi. Cuando Santi y yo volvemos al lugar donde habíamos dejado a Ana no hay ni rastro de ella ni tampoco de Javi. No hay muchos lugares a los que hayan podido ir, pero si empezamos a bajar por donde hemos subido y ellos han ido a inspeccionar por otro lado, será difícil que nos encontremos...

Decidimos deshacer el camino andado y después de un rato les encontramos muy acaramelados en una cuesta. Según parece Javi está enfadado con ella por haberse ido sin avisar, pero Ana le está haciendo chantaje emocional y parece que va ganando ella.

Nos hacemos varias fotos y después de un rato volvemos hacia el puerto. Nos compramos un helado (a mí se me ha antojado comprar un helado de pistacho y al final veo que me voy sin probarlo) y poco después subimos al barco de nuevo. Los ánimos no son los mismos del viaje de ida.

Nos da el bajón y Santi y Ana terminan los dos dormidos, tumbados en los mullidos asientos del interior del barco. Son casi como una cama. Javi está encantado con su plano y se pasa un buen rato mirándolo. Al final me dice que ha trazado una ruta que podemos hacer cuando lleguemos. Cuando se la contamos a Santi y Ana no parecen muy emocionados, pero aún así la llevamos a cabo.

Primero entramos en la mezquita de Yeni Camii de noche (camii = mezquita así que no sé si se puede decir como lo he dicho yo) De los cuatro soy la que más tiempo pasa dentro porque los demás opinan que es demasiado personal para la gente que está rezando como para entrar a estas horas que está casi vacía. Yo no soy de la misma opinión. Mi intención no es ofender a nadie ni provocar así que no veo nada de malo en mi visita; sólo quiero ver y sentir. No sé qué, pero es un templo y se supone que en estos lugares es donde te encuentras contigo mismo. Es posible que no me haya encontrado ni conmigo ni con nadie más, pero soy curiosa y quiero ver lo que hacen. Si molestara prohibirían el paso, ¿no?

La foto que pongo a continuación me gusta mucho. Vista en grande está un poco borrosa, pero en este tamaño queda bien.

A la salida atravesamos un mercado de especias. Nuestra meta final es llegar a la mezquita Süleimaniye, que es la más grande, y el mercado es uno de los muchos caminos que llevan a ella. Me paro a hacer algunos fotos, y al tomar la que veis a continuación, me hacen partícipe de alguna broma y me envían un chico para que se haga una foto conmigo.

El chico posa en plan interesante y quedamos en que mañana cuando pase por allí le compraré algo. En principio no tengo pensado volver, pero eso él no lo sabe...

Callejeamos durante un rato por unas calles un tanto oscuras y no muy concurridas. Menos mal que la idea no ha sido mía porque si no habrían dicho que sólo a mí se me ocurre hacer esas cosas. Por fin llegamos a un camino que parece que desemboca en la mezquita y lo seguimos. Desde fuera se ve preciosa ilumiada. Por dentro... por dentro seguro que es preciosa también pero no conseguimos entrar porque cuando llegamos están llamando a la oración y la están cerrando al público.

Quizás no se vea muy bien, pero a lo largo de toda la fachada hay grifos (especie de fuentes) colocadas para las abluciones. Antes de entrar a rezar llevan a cabo una ceremonia de purificación del cuerpo a través del agua. Yo lo he visto hacer en los pies, pero no sé si se hace en otras partes del cuerpo. Estas purificaciones tienen lugar en las inmediaciones de los lugares sagrados dedicados a la oración.

Nos vamos porque no podemos entrar, pero antes de salir del recinto se pone a llover y decidimos refugiarnos debajo de un arco hasta que escampe. Estamos cansados y los ánimos están un poco por los suelos pero seguimos andando cuando para la lluvia. Pasamos por una calle comercial que da a parar a la zona de las mezquitas en la que estuvimos ayer. De paso Javi aprovecha para regatear con algunos comerciantes algunos polos de Adidas y Lacoste. Después de un rato al final no compra nada.

Buscamos un sitio para cenar. Es hora de reponer fuerzas, pero entramos en la dinámica de "donde tú quieras" y "me parece bien todo" con cada restaurante que vemos y con cada propuesta que hacemos. Al final compramos un kebab cada uno a un señor muy simpático. Es el más rico que he comido hasta el momento. Con diferencia.

Intentamos hacer fotos de las mezquitas de noche, pero no salen especialmente bien. Cuando ya nos vamos a ir encienden la fuente así que tenemos que repetir todas las fotos con la fuente encendida.

Con esta foto pasa lo mismo que con la de la mezquita, en grande pierde mucho, pero pequeña se ve bonita...

Vuelve a llover y decidmos marcharnos. Para evitar momentos muy penosos no alargaré mucho este momento. Estamos empapados de pies a cabeza, y esto que digo es literal, y andamos por inercia. Llevamos todo el día fuera de casa y el cansancio nos ha bajado de golpe. Cuando llegamos al puente decidimos pasarlo por debajo en lugar de seguir mojándonos. El interior es agradable. Tiene alguna tienda y luego todo restaurantes. Es una gran galería llena de sitios para cenar. Sitios elegantes y sitios no tan elegantes. Todos preguntándote si quieres cenar e invitándote a sentarte. Yo intento contestar amablemente a todo el mundo diciendo que ya hemos cenado y que nos vamos a casa ya. Los demás como dice Aída, no tienen el chichi pá farolillos y ni siquiera contestan a las invitaciones. Un camarero muy amable al vernos tan mojados me pregunta por donde vivimos y cuando se lo digo me explica cómo y dónde coger el tranvía. Al final no lo cogemos pero se lo agradezco mucho igualmente.

Cuando llegamos a la calle principal deja de llover, pero da igual. Estamos calados y el suelo está lleno de charcos. Tardamos más de una hora en llegar a casa y cuando lo hacemos quedamos entre nosotros en que si mañana nos pasa lo mismo con la lluvia, cogeremos un taxi de vuelta.

Nos duchamos y nos vamos a dormir. Es pronto, sí, pero nos merecemos un descanso...

Comentarios