Como dice Amaral en su canción, Santiago de Chile se
despierta entre montañas, y lo cierto es que hasta ahora que he visto estas
mismas montañas no he sabido entender la profundidad de esas palabras. Las
montañas que rodean Santiago son algo digno de ver y que a buen seguro no
dejarán indiferente a nadie. Los primeros días las veía desde el hotel y me
encantaba ver cómo se teñían de rosa al atardecer. Veía poquito, un trozo, no
más, que aparecía entre los edificios pero que era suficiente para mantenerme
en la terraza hasta que se hacía de noche.
Con el paso de los días fui descubriendo desde dónde verlas mejor y también cuándo. Después de la lluvia. Siempre después de la lluvia.
Pero como hoy las he visto no las había visto nunca.
Altaneras y orgullosas, mirando a quien se dignara mirar hacia ellas con la
soberbia de quien se sabe superior al resto y encima sin poder hacerle reproche
alguno porque es verdad. Porque no hay nada más grande en Santiago ni nada que
las iguale en belleza. Son majestuosas, increíblemente hermosas, y lo saben.
Anoche llovió, quizá no mucho, pero sí lo suficiente para
que esta mañana se vieran las montañas con nitidez y no miento si digo que he
visto cerros en los que no me había fijado anteriormente. Siempre me sorprende
que me sorprendan estas vistas después de la lluvia. Pero más me sorprende ver
cómo la gente pasa por delante de ellas como si nada, sin apenas inmutarse. No
las miran, ni siquiera de reojo y yo pienso que debe de ser envidia. No sé
cuándo será o si ocurrirá algún día, pero el día que me habitúe tanto a ellas
que las ignore de esa manera será el momento de volver a casa y dejar paso a
otra persona que sepa admirarlas como se merecen a pesar del halo de vanidad
que las envuelve.
Comentarios
Un besito peque
Mmchuiks
mmchuiks!!
La polución hace que por las tardes el cielo coja esos colores y cuando te dejan ver las montañas (por la limpieza de la lluvia), te quedas pasmado, a mi también me pasaba :D
Disfruta de Chile!
Un beso!