Pongo el disco de Micheal Bublé en el tocadiscos por enésima
vez estas Navidades mientras quito los adornos del árbol y pienso en todo lo
que he pasado estos días. El primer recuerdo que me viene a la cabeza es el del
día que pusimos el árbol, mis sobrinos y yo, después de merendar chocolate
caliente y muffins (pan con fuet el rubio). Íker gestionó las bolas y Víctor se
encargó de colocarlas en el árbol, después cenamos juntos, nuggets y
langostinos, y vimos Pesadilla antes de Navidad hasta que llegó el momento de
irse a dormir, el pequeño bastante antes que el mayor porque se quedó dormido
al poco de empezar la película. Esa noche durmieron solos en “su” habitación
por primera vez, y por primera vez también durmieron sin miedo en mi casa. Yo casi
no dormí esperando sus gritos de “Tata, tengo miedo”, que no llegaron hasta las
6:30 de la mañana por culpa de una pesadilla de Víctor, pero ellos durmieron a
pierna suelta todo lo que yo no pude dormir. Le doy la vuelta al disco y “Christmas
(baby please come home)” comienza a sonar en la voz de Michael Bublé mientras
el árbol ya está desnudo de adornos y, poco a poco, lo voy guardando en la caja
que próximamente bajaré al trastero. Sigo recordando: este año, por primera vez, nos juntamos los
amigos para tomar el aperitivo de Nochebuena en Vallecas, aunque mantuvimos el de Nochevieja en
el barrio de toda la vida. Me gusta la tradición de los
aperitivos. Las tradiciones en general me gustan mucho, aunque este año hayamos
pasado varias por alto. Nochebuena y Nochevieja mis padres durmieron en mi
casa, en lugar de yo en la suya, y me ayudaron a preparar la cena del 31 y la
comida del 1. No, más justo sería decir que yo les ayudé a ellos porque, aunque
se hizo en mi casa, quien cocinó fue mi madre. No sé si me he abrigado
demasiado o si el estar en continuo movimiento mientras quito el árbol me ha
hecho entrar en calor, pero siento que necesito refrescarme y salgo a la
terraza. Los vecinos de enfrente ya han quitado el árbol de Navidad y las luces
que lo decoraban, y me doy cuenta de que estos días ya son cosas del pasado.
Hoy ya no es Navidad y mañana ya es rutina. Me siento bien mirando a la
oscuridad y, aunque suene cursi, me siento en paz conmigo misma. De repente me
apetece mucho escribir esto que siento: la tranquilidad de quitar el árbol
escuchando música suave, salir a la terraza para sentir que el aire fresco me
hace tanto bien como un vaso de leche caliente cuando tengo frío, pensar en
todo lo bonito que he tenido estos días y en las personas que me han acompañado. En el salón, de fondo, se escucha un
villancico que seguro no volverá a sonar hasta el año que viene porque ya no
tiene sentido sin árbol, sin adornos, sin anuncios de perfume, sin luces, y de
pronto me doy cuenta de que ha llegado el momento de despedirse de las fiestas. El disco llega a su fin y ya no le doy más la vuelta.
¡Hasta las Navidades que vienen, Mister Bublé! ¡Gracias por poner la banda
sonora a estos días!
El disco de Michael Bublé que me ha acompañado estas fiestas, con mi madre acechando desde las sombras
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Besotes!!!