La gárgola venía todas las tardes a las seis a tomar el té,
nos sentábamos a la mesa y nos contábamos cómo había ido el día. Siempre traía
historias nuevas y muy interesantes y por eso yo procuraba dejarla hablar a
ella.
–Es lo bueno de ser una gárgola –me decía siempre–. La gente
habla delante de ti sin tapujos. ¡No te creerías muchas de las cosas que he
oído! –decía y luego se echaba a reír.
Y era cierto. La gente hablaba delante de ella sin darle
importancia a su presencia, ¡como si sólo fuese un pedazo de piedra tallada!
¡Qué equivocados estaban todos!
La gárgola se enteraba de todo y después me lo contaba a mí
para que pudiera contar esas historias en mis libros, que siempre se convertían
en grandes éxitos.
Un día la gárgola llegó muy nerviosa, se colocó en su sitio
en la mesa y comenzó a hablar atropelladamente.
No entendí una palabra de todo lo que me dijo.
Le serví el té y le pedí que por favor repitiera la historia
con calma para que pudiera entenderla. Me dijo que alguien iba a intentar robar
todas las gárgolas de la catedral y que tenía miedo por ella y por sus
compañeras. No sabía qué podían hacer.
–¡¿En serio?! ¿Estás segura? –le pregunté yo alarmado.
–Sí, sí, segurísima.
– ¿Has oído a alguien decirlo?
–Hmm… No exactamente.
–¿Entonces?
–Es que no sé si lo he escuchado o si lo he soñado –me dijo
la gárgola.
–Ya. Pues no es lo mismo… En todo caso, ¿quién os va a
robar?
–No lo sé.
–Ah… Ya veo… Y, ¿para qué?
–Tampoco lo sé.
–Entiendo.
–No tienes cara de entenderlo demasiado.
Seguramente era verdad. No entendía nada de lo que estábamos
hablando. Yo estaba seguro de que todo había sido un sueño porque era la
primera vez que no recordaba los detalles de una historia, pero por otro lado
la veía demasiado agitada como para que todo fueran imaginaciones suyas.
–Ya, perdona, tienes razón. Me resulta extraña esta historia
–le dije. Nos quedamos callados unos minutos cada uno sumido en sus propios
pensamientos y tomando el té a pequeños sorbos. La gárgola mantenía la taza
entre sus garras para calentárselas y tenía la mirada perdida en algún lugar
más allá de las ventanas de mi casa. Sus ojos, grandes y expresivos en otras
ocasiones, no parecían enfocar y las orejas de lobo, puntiagudas siempre, caían
dobladas hacia abajo. Estaba triste y preocupada.
–¿Sabes cuándo será el robo? –pregunté sacando a la gárgola
de sus pensamientos.
–Mañana.
–¿¡Mañana!? ¡Pues no volváis a la catedral hoy! No podéis dejar
que os lleven.
–Ya –dijo pensativa–, hablaré con el resto pero no sé si me
van a creer. En fin, me he de marchar ya si quiero localizarlas antes de que
lleguen los ladrones.
Ya no me dio tiempo a decir nada más porque se había
marchado dejándome allí solo con las dos tazas de té en la mesa.
Unas horas después, cuando ya llevaba durmiendo varias
horas, me despertaron unos ruidos que provenían del salón. Me levanté y atravesé
el pasillo a oscuras. Abrí la puerta del salón todavía somnoliento y encendí
las luces.
Después del impacto inicial comencé a ser consciente de lo
que estaba ocurriendo. Un grupo de siete gárgolas habían organizado una reunión
en mi salón. Cuando mi amiga gárgola me vio se acercó a mí para darme las
gracias por haberlas ayudado.
–Pe… pe… pero ahora, ¿cuál es el plan? –le dije.
–Nos quedamos aquí –me contestó. Parecía contenta con su
decisión.
–¡Eso es imposible! ¡No podéis quedaros en mi casa! ¿¿¡¡No
ves que me pueden acusar de haberos robaros!!?? –de pronto me di cuenta. La
gárgola había soñado un robo y ¡yo era el ladrón! –Tenéis que iros, de verdad,
volved a la catedral. Vais a estar bien allí.
–¡NO! ¡Nos quieren robar!
No me dio tiempo a contestarle porque en ese momento
llamaron a la puerta.
–¡POLICÍA! ¡Abra la puerta!
Ya no podía hacer nada. Las gárgolas al oír la voz de los
policías se petrificaron, quedando mi salón invadido por siete monstruos de
piedra.
–Buenas noches, agente… –le dije al policía cuando abrí la puerta–, y así es cómo
llegué hasta aquí…
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El otro día, con el incendio de Notre Dame, no pude evitar acordarme de este texto que escribí hace años en un curso de escritura en Chile. En ningún momento se menciona que sean las gárgolas de París, pero... ¿qué otras podrían ser?
Comentarios
Besotes!!!
Besos!
Perdon por la mala ortografia es que mi teclado no tiene ESP y algo anda mal.
Besos y abrazos.
geeky-freeky.blogspot.com
seempiternal.blogspot.com
Besos
Un abrazo
www.pimentamaisdoce.blogspot.com