Turquía - Día 2

Sábado, 17 de septiembre de 2011

Ayer no expliqué una cosa que me parece importante. Y es que nada más llegar nos fijamos en que el salón tenía un gran ventanal desde el que se veía una gran panorámica de la ciudad desde el que sólo se veía un manto negro salpicado de un montón de luces, como si fueran pequeñas luciérnagas de colores. A mí personalmente la vista me dejó alucinada.


La segunda cosa de la que nos dimos cuenta fue de que no había persianas para tapar el gran ventanal.

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No sé qué hora de la noche es pero la luz ya entra por la ventana. Tenemos una cortina que evita que los rayos del sol nos lleguen directamente pero aún así no puede hacer nada contra la claridad. Duermo varias horas con la cabeza tapada hasta que decidimos levantarnos. Al recoger las cortinas queda al descubierto el ventanal y me quedo otra vez perpleja. Lo que anoche parecía un escenario sacado de una película de fantasía hoy me resulta algo... algo... no sé qué me parece, y tampoco qué esperaba encontrar, pero lo que se ve desde la ventana es una ciudad vieja y rota. No es lo que me había imaginado viéndolo por la noche. Sin embargo no me desagrada. Tiene su encanto y para mí es lo importante: encontrar el encanto de los sitios que visito. Creo que todo lo tiene, sólo es cuestión de saber mirar.

Antes de hacer la maleta para la Capadocia decidimos bajar a desayunar porque no tenemos nada de comer en casa. Yo soy bastante pejiguera con los desayunos, pero hay que entender que un día es un día y que hay que amoldarse, así que terminamos desayunando en un local que hace esquina y que parece muy típico. No sabemos qué pedir ni para comer ni para beber así que nos dejamos llevar por el ambiente en el que nos encontramos y pedimos que nos asesoren. En un inglés suficiente para entendernos, el chico nos enseña un folleto con los platos que tienen en el restaurante. Tres de ellos son salados y el cuarto es dulce. Todos pedimos esta opción. ¡ERROR! Para la próxima vez ya sabemos que cuando no conozcamos un plato debemos pedir uno para probar y después pedir el resto. El plato está rico pero es demasiada cantidad. Es algo así como una porra desmenuzada con la masa interior cruda y un poco grasienta y el exterior tostado y crujiente. Por encima se le echa azúcar glas y está bastante bueno, eso sí, en cantidades más pequeñas y sólo la parte crujiente. Al final los platos quedan todos casi llenos, eso sí, por lo menos nos ha salido barato.

Después de una media hora en el local sentados al lado de un horno y, por suerte, también de una ventana abierta, volvemos al apartamento para recoger las cosas.

Fatih nos ha organizado todo el día. Se supone que salimos a las 19:00 hacia la Capadocia en un autobús de lujo y no nos va a dar tiempo de llegar muy lejos y estar de vuelta antes de esa hora, así que Fatih nos manda a pasear por la calle principal de la ciudad. Nos dice que tenemos tiendas y restaurantes para pasar el día entero.

Mientras estamos en su oficina intenta localizar a la gente de la agencia de la Capadocia para que vengan a buscarnos porque con las maletas y demás tendremos que coger dos taxis y no le parece bien. Nos dice que nos vayamos y que él se encarga de hablar con ellos.

Dejamos las maletas en la oficina de Fatih y nos vamos a pasear por la calle principal. Creo que Madrid no es tan occidental como esta calle... Hay varios Starbucks, Mango, Bershka, tiendas de complementos, Virgin, Saturn, restaurantes de kebabs, heladerías (y heladerías y heladerías), puestos callejeros con venta de maíz y roscas de pan, tiendas de regalos y souvenirs, puestos de zumo.

Nosotros nos dejamos llevar por la emoción y compramos unos zumos gigantes de naranja en una tienda por 1TL, al cambio 0,40€. Resultan estar un poco aguados, pero aún así están ricos.


Yo soy la tesorera, lo cual quiere decir que me encargo del monedero que tiene el bote común. Sí, lo sé, yo también pensé lo mismo... (Los que me conocéis bien os estaréis echando las manos a la cabeza, supongo) Es una muestra de confianza que no sé si merezco. En fin. Sigamos por nuestro paseo.

Nuestro paso es más bien lento teniendo en cuenta que Anita sigue pareciendo Pozi, eso sí, parece que va un poco mejor. Por lo menos se ha levantado bastante recta. Supongo que las drogas le han hecho efecto. Así pues continuamos a paso tortuga. Si te desvías de la calle principal puedes caer, como nos ha pasado a nosotros, en pequeños mercados donde encontrar pescados y frutas frescas, así como restaurantes que te sirven el pescado que tú elijas de los puestos de la calle.

De vuelta en la calle principal continuamos hacia adelante hasta que llegamos a una calle cuesta abajo que está llena de tiendas de guitarras, tambores y demás instrumentos. Es como entrar en un barrio completamente diferente. Un poco más abajo nos encontramos con la Torre Galata. Traemos idea de subir pero como no sabemos el número de escalones que hay, y cuánto se puede tardar en subir con un perezoso reumático (Anita) decidimos dejarlo para otro día y buscar un sitio para comer.

Aquí tenemos un pequeño problema, porque hay mil sitios y a todos nos da igual donde comer. Si embargo cuando alguien dice aquí o allá, alguien pone pegas así que tenemos que volvemos a empezar. Al final, después de mucho andar calle arriba y calle abajo, nos metemos en un resturante de kebabs en el que yo me he empeñado en entrar. Desde fuera parece que la comida tiene buena pinta y hay mesas para comer sentados, así que ¿por qué no? Pues bien, me quivoco de pleno, pero cuando me doy cuenta ya es demasiado tarde. El hombre habla medio inglés medio español, lo que hace que no le entienda nada. No sé qué estoy pidiendo ni si me está entendiendo algo. Se crea de pronto una situación de lo más violenta. El hombre se pone a medio gritarme porque parece ser que quien no se entera soy yo, no él. Ana me mira con cara de lo siento, porque estoy pidiendo su comida que sólo tiene pollo, nada de verduras, ni patatas, ni nada de nada. Sólo pollo. Al final pido lo de las dos y me voy a la mesa. Si me hubiera pillado en un mal día seguramente me habría ido casi llorando, pero como estoy de vacaciones la verdad es que todo me da bastante igual. Vamos, hablando mal, el tío este me la trae floja.

Santi tiene cara de querer marcharse sin comer allí y Javi, que siempre ve el lado bueno de las cosas, se va a pedir como si no hubiera pasado nada.

Al final mi comida no me sabe tan bien como había pensado, pero bueno, por lo menos he comido y lo que es mejor, ¡Ana ha comido! Para el que no la conoce diré que es bastante complicada para comer aunque, eso sí, no pone pegas para que los demás comamos dónde sea. Ella tiene su embutido cerca para no morir de hambre.

De vuelta al apartamento pasamos por Saturn, el más grande que he visto en mi vida. Hace calorcillo en la calle y nos da el bajón. Al final decidimos llegar pronto a recoger las maletas para que no nos pille el toro a la hora de coger el autobús. Según nos han dicho son autobuses de lujo en los que casi te puedes tumbar y en los que te dan de comer y beber. La verdad es que tenemos muchas ganas de verlo.

Ya en la oficina Fathi nos dice que vamos a ir hasta la agencia con un amigo suyo que tiene un coche grande y que vendrá a buscarnos a la hora que le digamos. Es un coche grande y los asientos de atrás están enfrentados. Tres mirando hacia delante y dos mirando hacia atrás. Asientos de cuero y cortinillas en las ventanas. No está nada mal esta idea. El transporte nos cuesta 30TL (12€ al cambio) y podemos ir todos juntos. Dos taxis nos habría costado más. De camino, además, vemos parte de la ciudad que no hemos visto. Las mezquitas, el puerto, los barcos y la puesta de sol desde el puente.

El amigo de Fatih se pierde varias veces y tiene que estar llamando a la agencia para que le indiquen como llegar; a parte de eso no hay más contratiempos en el trayecto.

Una vez en la agencia hacemos el pago y esperamos a que vengan a buscarnos para ir a la estación de autobuses. De pronto nos entran un montón de dudas sobre el bus que nos va a llevar a Capadocia. ¿Y si no son tan de lujo como nos han contado? ¿Y si no nos dan de cenar? No llevamos ningún plan B. El chico de la agencia no habla ni inglés ni español, así que llama a nuestro contacto para que nos explique (en castellano) todo lo que queremos saber...

Nos vienen a buscar con un mini bus y nos dicen que subamos atrás. Los cuatro últimos asientos son los nuestros. Las maletas suben con nosotros en lugar de en el maletero, no sabemos bien porqué. Parece que vamos a llegar tarde pero el conductor no parece muy preocupado. Por fin, después de un rato esperando vemos que llega una familia: padre, madre, dos hijas y tres hijos. No hay sitio para todos, pero aún así entran con nosotros. Ellos y sus maletas, claro. Cuando nos ponemos en marcha ya sentimos cierto agobio. Abrimos una ventana y parece que la cosa mejora un poco. Cuando nos queremos dar cuenta estamos parados delante de un hotel/hostal y volvemos a esperar, esta vez a dos chicas que se montan en la parte delantera del mini bus. De verdad que esto parece de coña. Yo voy justo al lado de la ventana y me estoy muriendo de frío, pero parece que los demás van bien con el aire fresco así que me tapo un poco y espero a que lleguemos.

Tardamos un rato bastante largo en llegar a la estación y una vez allí se desentienden de nosotros. Estamos completamente solos en un mar de gente pero creemos que hemos localizado nuestro autobús de lujo. Parece que no tenemos baño así que decidimos bajar al de la estación antes de empezar el viaje. Bajamos primero las chicas (con una china que ha venido en nuestro mini bus) y después los chicos. Cada uno tiene que pagar 1TL por entrar al baño (que encima son letrinas no tazas)

Una vez dentro del bus nos damos cuenta de que de lujo tiene más bien poco. Es un autobus normal y corriente. Como los que hay en España, vaya. Eso sí, contamos con una pantalla de tv en cada asiento para que elijas uno de los 16 canales en turco que hay. Va a ser una gran noche.

Nada más subir, un azafato nos da agua. Bueno, esto en España no lo he visto nunca, así que quizás sí nos den de cenar... Al poco de salir chocamos el retrovisor izquierdo con otro bus y tenemos que parar para arreglar los papeles. Como diría mi cuñado, "hemos sufrido un aparatoso accidente sin victimas mortales".

Dos horas después de salir de la estación seguimos en Estambul. No hemos cenado, no nos van a dar cena y no sabemos si podemos bajar a comprar algo en algún momento.

Yo me entretengo a ratos con el libro, a ratos con unos italianos que van delante nuestro.

Por fin paramos en un area de servicio donde podemos comprar la cena: "patatas fritas y galletas" Esto nos pasa por darle a los chicos el bote con el dinero mientras Ana y yo vamos al baño (por otro TL cada una, claro)

Después de nuestra suculenta cena me da pereza irme a dormir pero como no hay mucho más que hacer pues intento dar alguna cabezada. No sé cuánto hace que hemos salido de Estambul, pero lo que sí sé es que tenemos una gran noche por delante. Y si no tiempo al tiempo...

Comentarios

la emperatriz de lavapiés ha dicho que…
Según leía la crónica, y tal como lo estabas narrando, me imaginaba el lujo del bus... Por cierto, ¿la torre galata no tenía ascensor? yo subí, pero ni me acuerdo de cómo.
Un beso, guapa.
Narayani ha dicho que…
Ay, no te adelantes tanto!!! :-p Sí, tiene ascensor, pero nosotros no lo sabíamos así arriesgarnos a que no hubiera y tener que subir en esas condiciones no lo veíamos muy claro. Además había cola y hacerla entera para después decir que no subíamos...

El lujo del autobús... pues bueno, me conformo con que no fuera peor, que también podría haber sido, jeje.

Besos!!