Hay olores que nos acompañarán siempre. Olores que por mucho
tiempo que pase recordamos.
Una vez leí, no me acuerdo muy bien dónde, que la
memoria olfativa es la más fiable que tenemos y creo que puede ser verdad
porque hay veces que he olido a mi profesora de guardería, a la madre de
Patricia, mi amiga de la infancia con la que hace años que no tengo trato, o la
loción de afeitado y la colonia de mi abuelo que hace muchos años que murió.
Han pasado años y de pronto están ahí. Aparecen de golpe y se marchan de una
manera igual de violenta, pero aún así queda ese momento en que nos hemos
trasladado a otro lugar y a otro momento.
Luego hay olores que están ahí de manera permanente y cuando
los olemos nos ayudan a saber dónde y con quién estamos:
En el coche de un amigo. En una tienda de ropa. En casa de
tu hermana. Edimburgo. Edimburgo huele de manera especial también. Hay quien
dice que no huele bien pero a mí me gusta ese olor. A mí me huele a paté, pero
realmente sé que lo que huele son las fábricas de cerveza que impregnan el
lugar. El cercanías. Los que viajéis en tren sabréis a lo que me refiero,
seguro. También es un olor que no gusta a todo el mundo, pero yo lo relaciono
con ir a casa así que cuando lo huelo empiezo a relajarme. El olor me inunda de
tranquilidad. La gasolina y los eddings. También me gusta su olor (y os
sorprendería la cantidad de gente que coincide conmigo.) Iker. Me encanta el
olor de mi sobrino cuando le beso la cabeza. Huele a bebé y es un olor
maravilloso. También cuando le saco de la bañera y huele a jabón. Ese jabón no
huele igual en mí que en él. No. Él lo mejora con su propio perfume. Ains, que
me pongo a hablar de Iker y no veo fin. El cordero asado en casa huele a
Navidad, aunque sea el mes de mayo. El perfume de un ex huele a recuerdos y a
pesar de que hayan pasado años te das la vuelta para mirar a quien lo
lleva. Las cafeterías Starbucks. No voy
mucho, pero en cuanto entro en una sé perfectamente dónde estoy.
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El tren no lo cojo muy a menudo, pero de vez en cuando sí
que viajo en este medio de transporte;
las últimas veces que lo he hecho he pensado nada más entrar: tengo que
hablar de este olor en mi blog. Pues bien, ya lo he hecho. Quizás no sea un gran
post, pero quería compartirlo con vosotros.
Comentarios
Un olor favorito? El de la playa... Me encanta, tanto en verano como en invierno..
Besotes!!!
Otro olor que he recordado precisamente hoy, después de publicar el post, es el del alquitrán. Cuando era pequeña viví la creación de la M-30 muy de cerca y ese olor me recuerda a la infancia también. Me gusta mucho... Creo que soy rara en cuestión de olores, jeje.
Besos!
Me ha gustado mucho el post...
Besitos,
Sandri
Besillos!
Sabes qué otro olor se quedó grabado en mi nariz?? El de Conrado (mi profe de la piscina cuando era peque). No me acuerdo de cómo era él, pero cuando huelo la colonia, me viene su nombre a la cabeza. Pero... cuántos años tenía yo?? 7??
mmchuiks
Anita